Una Linda Historia de Restauración – Brad comparte (2da Parte)
Ok, Prima. Hoy mi Papacito termina de contarnos su parte de la historia de Audra, su hija. Esta es mi parte favorita, pues te da una idea de lo que Dios puede hacer en nuestra vida si sólo nos cedemos a Él. Hoy, nosotros trajimos el café y las tostadas… ¿lista? Bueno, Brad, sigue contándonos…
Para Celina y yo, la clave más importante en ser padres es ganarnos el corazón de nuestros hijos, y hacer todo lo posible por mantenerlo. Cuando Dios trajo a Audra a nuestra vida, nos preguntamos cómo iba a ser posible hacer esto con ella. De la noche a la mañana pasamos de ser padres de chiquitos (recién nacido a 6 años), a ser padres de una hija adulta. ¡No la podíamos disciplinar o corregir como los otros pues ya estaba grande! Lo único que nos quedaba era la oportunidad de ganarnos su corazón y la esperanza de edificar una relación con ella donde tuvieramos influencia.
Una de las cosas improtantes que hemos aprendido al tener a Audra con nosotros, es que mientras nuestros hijos son chicos debemos edificar una plataforma de influencia que durará aún cuando sean adultos. ¡Es fácil olvidar! Estamos criando a nuestros hijos para el día en que salgan a comenzar su propia vida, y una vez ya no vivan bajo nuestro techo, queremos poder guiarlos, darles sabiduría y ser una fuerte influencia en sus vidas. Pero para es etapa sólo tendremos la herramienta de la influencia relacional que hayamos edificado en los primeros años.
Estos son algunos puntos que Dios me enseñó cuando busqué Su sabiduría en cuanto a cómo ganarme el corazón de mi hija adulta:
1. ¡Pide perdón de todo corazón! Yo quería que Audra no solo oyera mi disculpa por haberme ausentado de su vida, sino que sintiera mi arrepentimiento. Durante mis años de pastorado y ministerio, había visto los problemas causados en la vida de jóvenes por padres ausentes. Esto siempre me motivó a ser mejor padre a mis Chiquitos y a orar por mi hija ausente. Me había arrepentido delante de mi Padre Celestial por haber abandonado a Audra años antes de conocerla. Ahora que la iba a conocer, quería que ella supiera que yo ya no era la persona que había imaginado o que le habían pintado.
La primera vez que conocí a Audra en persona fue poco después de haberla “encontrado” en Facebook. Viajé a Alabama a pasar 3 días con ella. Una de las cosas que quería hacer era verla a los ojos y perdirle perdón por haber sido un cobarde y abandonarla cuando necesitaba papá. Dios me enseñó que el arrepentimiento genuino no es el culpar a otros o producir excusas, sino siempre tomar responsabilidad por mi error al 100%.
Despues de una disculpa verbal es cuando se demuestra realmente si nos arrepentimos (cambiamos dirección) de nuestro comportamiento anterior. La persona sabrá que es verdadera la disculpa al observar nuestra vida. Cuando nuestros hijos ven que nuestras acciones son diferentes, entonces podrán confiar que verdaderamente pedimos perdón.
2. ¡ESCUCHA! Esos primeros 3 días comenzaron una etapa de 6 meses de escuchar a Audra intensamente. No es por nada, ¡pero habían 20 años de historias que oír y preguntas que contestar! Le agradezco a Celina por todas esas noches donde me permitió quedarme despierto más allá de la media noche hablando con Audra… ¡una esposa comprensiva hace toda la diferencia en la vida!
Aunque esa gran “ola” de conversación inicial ya pasó, aún me encanta escuchar a Audra y ver la persona única que es. Estoy aprendiendo a aplicar esto a mis otros hijos, aun cuando sus “historias” son puros cuentos y fácilmente podría pensar en otras cosas mientras hablan (aún cometo errores en esta área).
Varias veces he escuchado que tenemos 2 oídos y una boca para que escuchemos el doble de lo que hablamos. Me parece que la gente, y especialmente nuestros hijos, saben cuando hemos volteado nuestro corazón hacia ellos, ¡y es cuando volteamos nuestros oídos para escuchar lo que dicen! Un oído que escucha es la puerta a la influencia.
3. Para los hijos el amor se escribe T-I-E-M-P-O. Para ganarte el corazón de tu hijo necesitarás pasar tiempo con él. Recuerdo haber oído una historia de un papá que estaba entrenando a la nueva mascota de la familia: un perrito. Se llevaba al perro con él a dondequiera que fuera para enseñarle buen comportamieto, etc. Esto no era algo que le gustaba hacer, pero era necesario. Un día le dijo su hija pequeña, “Papá, cómo amas a nuestro perrito!” El papá se volteó asombrado y le preguntó, “¿Por qué dices eso?” “Pues, ¡porque pasas un buen de tiempo con él!” ¡Qué sabiduría sale de la boca de los niños a veces!
Ha sido una bendición tener a Audra bajo nuestro techo este último año, y 3 meses el primer verano que la conocí. El regalo que ha sido el intencionalmente tener una gran “cantidad” de tiempo es lo que nos ha dado tiempo “calidad”.
Aún hay muchas cosas que estamos aprendiendo mientras buscamos ganarnos el corazón de nuestros hijos. Este verdaderamente es el trabajo más duro que voy a amar. Y lo amo porque ¡amo a mis hijos!
me impacto.
SA